En la actualidad, se le considera el medio de transporte más seguro del mundo. También son máquinas voladoras terriblemente efectivas en conflictos bélicos. Pero no siempre ha sido así. Hoy en día, estás máquinas voladoras están equipadas con la última tecnología y en su diseño intervienen los mejores científicos e ingenieros del planeta.
Se atribuye al matemático y filósofo griego Arquitas de Tarento, amigo de Platón, la rara invención, hacia el año 400 a.C., de una paloma mecánica que según parece se mantenía en suspensión impulsada por una oculta corriente de aire que actuaba en su interior.
La paloma de Arquitas es el precedente más antiguo existente acerca del avión y el vuelo de algo más pesado que el aire, y que nada tiene que ver con los míticos Dédalo e Ícaro. Pero experimentos de este tipo no tuvieron continuación en el mundo clásico.
En el año 1420, en pleno Renacimiento, el ingeniero y médico veneciano Giovanni Fontana diseñó un pájaro capaz de volar impulsado por un cohete oculto entre sus plumas artificiales (ver historia de los cohetes).
Se trataba de un uso primitivo de la propulsión a reacción (avión a reacción), y fue un ingenio que causó gran sensación, como también la causaron otros.
Pero fueron meras lucubraciones y raros experimentos dentro de la historia de los aviones de los que hoy tenemos constancia gracias a que quedaron plasmados en dibujos y formulaciones teóricas de aspiraciones y sueños que perviven en raros manuscritos.
Se podría considerar que el primer precursor del vuelo del hombrefue Leonardo da Vinci (1452-1519). Acaso este inventor (entre muchas otras cosas) de la ciudad italiana de Florencia conoció estos precedentes cuando inventó la máquina voladora, que estaba concebida de tal forma que el piloto moviera las alas con las manos y los pies, y la cola con la cabeza.
Da Vinci también inventó una especie de helicóptero (por llamarlo así) con un ala en espiral que se “enroscaba” en el aire. El principio era el mismo que el de los modernos helicópteros. En el siguiente enlace puedes aprenderlo todo sobre el helicóptero.
En el transcurso de casi tres siglos (hasta el XIX), no cesaron los intentos de volar llevados a cabo por toda clase de hombres valerosos y algunas veces fanáticos: éste es, en efecto, el período que separa a Leonardo de los primeros intentos serios para volar efectuados por la técnica moderna.
Como curiosidad, ya en esa época el hombre plasmaba en libros sus deseos de volar. Como la estrambótica aventura del obispo inglés Francis Godwin (1562-1633) y su Speedy Messenger o su discurso The Man on the Moon, donde describe un viaje a la luna utilizando la fuerza propulsora de una bandada de gansos. ¡Era tan fácil volar con la fantasía…!
El primer diseño conocido de un aparato cuya finalidad fuera volar, lo hizo en 1670 el jesuita Francesco de Lana Terzi (1631-1687). Su artilugio, pretendía ser más ligero que el aire, en forma de nave impulsada por una vela.
Tenía el objetivo de flotar en el espacio mediante cuatro esferas de cobre de seis metros de diámetro a las que se habría practicado el vacío, y que avanzaría y se orientaría mediante remos. Aunque el principio era válido, este artilugio no hubiera funcionado por el efecto de la presión atmosférica.
Un siglo después, en 1766, el inglés Henry Cavendish (1731-1810) descubrió que el hidrógeno tenía una propiedad que lo hacía útil en experimentos donde se tratara de hacer despegar del suelo objetos más pesados que el aire: su escaso peso.
Ese fue el experimento que llevó a cabo Joseph Black (1728-1799) en la Universidad de Edimburgo, soltando ante sus alumnos una vejiga inflada con hidrógeno que rápidamente ascendió al techo.
La fuerza ascendente del hidrógeno estaba ya lo bastante demostrada cuando el italiano Tiberius Cavallo (1749-1809), que trabajaba en Reino Unido, hacía exhibiciones con pompas de jabón llenas de este gas, como describe en su History and Practice of Aerostation, en 1785.
De este científico, y del inglés Joseph Priestley (1733-1804) y sus Experiments and Observations of Different Kinds of Air, aprendió el francés Joseph-Michel Montgolfier (1740-1810) para insuflar en su globo de papel aire caliente.
Joseph y su hermano Jacques-Étienne Montgolfier (1745-1799) elevaron en junio de 1783 un globo sobre la ciudad de Annonay, dejando a sus convecinos realmente anonadados.
En septiembre de aquel mismo año los intrépidos hermanos consiguieron en presencia de Luis XVI y de María Antonieta elevar un globo en cuya canastilla viajaban un gallo, un pato y un cordero, que tras recorrer una distancia de dos kilómetros y medio lograron aterrizar. Este éxito era, sin duda, el origen de los dirigibles (ver historia del dirigible).
El paso siguiente fue la invención del planeador. Un ingenio creado en 1799 por George Cayley (1773-1857), ingeniero británico y que es considerado por sus estudios sobre el tema como el padre de la aerodinámica. Puedes ampliar la información en qué es un planeador.
Los planeadores eran unos artefactos capaces de mantenerse “flotando” o sustentados en el aire durante un cierto tiempo aprovechando las corrientes ascendentes de aire caliente. Pero no podían despegar por sí mismos, al carecer de motor, debían ser arrastrados en su “despegue” por caballos o lanzados desde un punto elevado.
El primer hombre en volar en un planeador fue el cochero y ayudante de George Cayley, tripulante de un planeador construido por este científico británico: un artefacto que aterrizaba mediante un juego de ruedas con radios de alambre.
A bordo de aquel artilugio el aterrado personaje se convirtió en el primer hombre que volaba, cosa que hizo sobre los alrededores de Scarborough, en el Yorkshire inglés un día de 1853.
G.Cayley especificó y puso las bases para el diseño de un aeroplano e ideó un aparato de alas fijas dotado de fuselaje, cola y timón y accionado por motor. Realizó los primeros estudios en estabilidad longitudinal y lateral, en aerodinamicidad y en cuestiones relativas al movimiento del centro de gravedad, ocupándose también de la superposición de alas o triplanos.
Fue el primero en ver la necesidad de principios básicos para la aeronáutica: suspensión, fuerza motriz para vencer la resistencia del aire (ver qué es el aire) y control en vuelo, a cuyo fin fabricó un motor de combustión interna que funcionaba con explosiones de pólvora, aunque no lo suficientemente ligero ni con potencia bastante para ser incorporado a un aeroplano.
Otto Lilienthal (1848-1896), decidió aprovechar el viento y las corrientes de aire naturales con una especie de aparato que debía ser lanzado desde lo alto de una colina.
Los experimentos de Lilienthal se sucedieron con éxito durante varios años, y gracias a sus estudios la aeronáutica recibió un impulso tal que la convirtió en una ciencia exacta. Algo fundamental para entender el origen de los aviones.
Pero Lilienthal experimentaba personalmente sus aparatos y, lamentablemente, perdió la vida el 9 de agosto de 1896 en uno de sus vuelos tras lanzarse desde las montañas Stollier, cerca de Rhinow. En el momento del accidente, ya había realizado un centenar de lanzamientos.
Conseguía el control de su planeador inclinando el cuerpo de delante hacia atrás o de uno a otro lado a bordo de monoplanos y biplanos, pero su finalidad era deportiva.
Dejó escrito un libro acerca del vuelo de los pájaros: Der Vogelflug als Grundlage der Fliegekunst(1889), tenido entonces por una especie de Biblia, y un trabajo excelente sobre máquinas voladoras.
Los intentos por realizar lo que hasta el siglo XIX fuera pura fantasía estaban próximos a plasmarse en un asomo de realidad, dando un paso definitivo dentro de la historia de la aviación. Estamos a punto de conocer la invención del primer avión.
El primer avión
Tras varios intentos fracasados de construir una aeronave que pudiera despegar y alzarse en el aire por sus propios medios, un seguidor de Sir George Cayley, el también inventor inglés William Samuel Henson(1812-1888), diseñó y patentó en 1842 el primer avión que iba equipado con un motor de vapor, hélices y un ala fija.
Esta idea tuvo eco en Londres y París y fue recogida por The Illustrated London Newsy L’Illustration, a partir de lo cual se multiplicaron los bocetos inspirados en aquellos principios de ingeniería.
La utilidad de todo aquello estribaría en un hecho: entre las ideas de G.Cayley y los dibujos de W. Henson se vislumbró el aeroplano a motor. Henson prácticamente no pasó nunca del diseño gráfico, en cambio G. Cayley, sí.
En el año 1848, un amigo de Henson llamado John Stringfellow (1779-1883), construyó una pequeña aeronave basada en los diseños de Henson y mejoró algunos aspectos. Pero no tuvo el éxito esperado. Era una nave no tripulada, y si bien pudo despegar con dificultades, no volaba más de 2 o 3 segundos.
Desafortunadamente, tuvieron que pasar todavía unos cuantos años hasta el siguiente avance dentro de la historia del primer avión que tuviera relativo éxito.
Demasiado tal vez, lástima que los sucesores Henson y Cayley fueran un puñado de lunáticos, y que el hecho de volar contradijera la opinión de ingenieros y científicos del momento, para quienes era imposible que un cuerpo más pesado que el aire pudiera elevarse, escepticismo apoyado por la ausencia de energías capaces y las limitaciones del motor de gas o la máquina de vapor.
Pero apareció el que muchos consideran el inventor del avión: Clement Ader (1841-1925), un ingeniero francés. En octubre del año 1890, C. Ader, consiguió que su aparato de hélice, llamado Éole, se elevara unos pocos centímetros y recorriera 50 metros volando.
Pese a que no consiguió controlar el aparato como el esperaba y se estrelló al aterrizar, el resultado conseguido era bueno. Este aparato contaba con unas alas parecidas a las del murciélago, estaba provisto con de motor de vapor y de hélice. Nacía así el vuelo humano propiamente dicho.
Este mismo personaje, en 1897, construyó un aeroplano mayor (llamado Avión III) que estaba equipado con un motor de vapor de 30 HP de potencia. Intentó repetir la hazaña en la localidad de Satory, pero no obtuvo el éxito esperado. Esta aeronave con motor, uno de los primeros aviones, puede verse en el Conservatorio de Artes y Oficios de París.
Pero los pioneros de la aviación no se daban por vencidos. Prueba de ello fue la máquina voladora de Hiram Stevens Maxim (1840-1916) que el 31 de julio de 1894, probó de volar con un avión enorme para la época.
Era un biplano espectacularmente grande para aquella época. Ya que tenía 32 metros de envergadura, más de 3.000 kilogramos de peso y dos motores de vapor de 180 HP cada uno.
Con esta aeronave, consiguió despegar, coger un poco de altura y recorrer una distancia de 60 metros. Pero era un ingenio muy complejo y difícil de manejar y se estrelló.
Casi era incapaz de ascender, descender, girar o aterrizar de manera controlada. Pero ninguna experiencia, por modesta que sea, deja de ser útil. En el campo de la aviación, cada paso señalaba una etapa en la conquista del aire.
También el científico y profesor estadounidense Samuel Pierpont Langley (1834-1906) el 6 de mayo de 1896 tuvo cierto éxito en el primer vuelo con una aeronave diseñada y construida por él.
Este avión recibió el nombre de Aerodrome No 5 y recorrió volando una distancia de unos 1.000 metros. Con una versión mejorada, el Aerodrome No 6, el 28 de noviembre del mismo año logró recorrer 1.460 metros. Pero estos dos aparatos tenían un inconveniente, no estaban tripulados por el hombre.
Muchos expertos y científicos coinciden en que, dentro de la historia del aeroplano, los experimentos vistos hasta ahora, casi no se pueden considerar vuelos. Más bien “saltos” con un mínimo tiempo de sustentación en el aire. Algo que a partir de ahora cambiará:
La historia de la aviación dio finalmente el paso definitivo cuando se consiguió el primer vuelo tripulado con motor del hombre. Cómo en muchos otros inventos, en la historia del vuelo ha existido una gran polémica e injusticias históricas sobre quién fue el primer piloto en volar un avión más pesado que el aire.
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